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Centro Histórico de Quito: cómo se declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1978

El Centro Histórico de Quito fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO el 8 de septiembre de 1978, convirtiéndose en la primera ciudad del mundo con esta distinción, junto con Cracovia en Polonia. Este reconocimiento, otorgado durante la segunda sesión del Comité del Patrimonio Mundial en Washington D.C., confirmó la excepcional riqueza histórica y cultural de Quito y sentó las bases para su protección y conservación en las décadas siguientes. A continuación, exploramos el contexto de esta declaratoria, los argumentos y gestiones que la hicieron posible, los actores e instituciones clave involucrados –como el arquitecto Rodrigo Pallares y el recién creado INPC–, y los elementos específicos del Centro Histórico que fueron inscritos como patrimonio mundial.

Contexto histórico previo a la declaratoria UNESCO

Quito contaba ya con una trayectoria importante en materia de preservación patrimonial antes de 1978. En 1967 fue sede de una reunión continental sobre conservación de monumentos que dio origen a las famosas “Normas de Quito”, un documento pionero que sentó criterios para la protección de centros históricos en América Latina. A pesar de ello, durante las décadas de 1960 y 1970 el casco antiguo enfrentaba problemas de deterioro urbano: muchas casonas coloniales se hallaban degradadas y funcionaban como inquilinatos populares, y ciertos proyectos modernos amenazaban la arquitectura tradicional. No obstante, la traza original de la ciudad y la mayoría de sus edificaciones históricas permanecían intactas, lo que permitió respaldar su postulación ante la UNESCO. La combinación de una riqueza patrimonial extraordinaria y una conciencia creciente sobre su valor preparó el terreno para que Quito aspirara al listado de Patrimonio Mundial cuando la UNESCO lanzó este programa en los años 70.

La postulación de Quito y los argumentos ante la UNESCO (1978)

Ecuador ratificó la Convención de Patrimonio Mundial de 1972 y rápidamente impulsó la candidatura de Quito cuando se abrió la oportunidad. La ciudad fue evaluada por la UNESCO en 1978 y cumplió con creces varios criterios de valoración universal. En particular, la declaratoria se basó en dos criterios culturales clave:

  • Criterio (ii): Quito representa un intercambio cultural único entre la tradición española y las culturas indígenas andinas, evidente en manifestaciones como el arte de la Escuela Quiteña y la arquitectura barroco quiteño, donde se fusionan influencias europeas y locales. Este aporte estético y artístico fue reconocido como una contribución sobresaliente de Quito al patrimonio cultural mundial.
  • Criterio (iv): El centro de Quito es un ejemplo sobresaliente de ciudad colonial hispanoamericana que mantiene su trazado original casi intacto, con plazas, calles y conjuntos arquitectónicos preservados en armonía. La ciudad muestra una planificación en damero del siglo XVI adaptada a una topografía difícil, con un conjunto monumental coherente de iglesias, conventos y casas que combinan monumentalidad con sencillez.

Además de estos criterios oficiales, los expertos señalaron que Quito era, en la década de 1970, la ciudad antigua más grande y mejor conservada de Hispanoamérica. A pesar de eventos adversos como el terremoto de 1917, su centro histórico había sufrido muy pocas alteraciones en comparación con otras capitales latinoamericanas Este hecho, sumado a la densidad y calidad de sus bienes culturales, reforzó los argumentos de la postulación quiteña. Los evaluadores de UNESCO destacaron la “unidad y armonía” del conjunto urbano de Quito, donde la obra del ser humano convive en equilibrio con la geografía andina para crear un entorno único de valor universal.

Entre los documentos clave de la nominación estuvo el expediente técnico presentado por Ecuador en 1978, el cual describía minuciosamente la riqueza arquitectónica, artística e histórica de Quito. Dicho expediente incluía un inventario de monumentos, planos del área histórica, fotografías y argumentaciones que evidenciaban los valores excepcionales de la ciudad. Tras evaluaciones favorables (incluyendo un informe de ICOMOS), el Comité del Patrimonio Mundial aprobó la inscripción de Quito en septiembre de 1978. Posteriormente, en junio de 1979, la UNESCO entregó oficialmente al municipio el certificado que acredita al Centro Histórico de Quito como Patrimonio Cultural de la Humanidad, sellando un hito en la historia patrimonial del país.

Rodrigo Pallares Zaldumbide: artífice de la declaratoria de 1978

Un nombre propio sobresale en este proceso: Rodrigo Pallares Zaldumbide. Este arquitecto quiteño fue el principal promotor y gestor de la declaratoria ante la UNESCO, al punto que es recordado como el “gran artífice” de que Quito inaugurara la lista de ciudades Patrimonio Mundial. Pallares, profundamente enamorado de Quito y consciente de su valor, lideró desde 1977 un equipo multidisciplinario para preparar la candidatura. Con entusiasmo y visión, coordinó investigaciones históricas, levantamientos arquitectónicos y recopilación de evidencias que respaldaran la postulación de la ciudad.

Rodrigo Pallares ocupaba entonces el cargo de director del recién creado Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), desde donde articuló los esfuerzos institucionales para salvar el patrimonio de Quito. Bajo su liderazgo, se elaboró el expediente técnico enviado a UNESCO, que incluía una descripción detallada de la “riqueza arquitectónica y artística” que posee el centro histórico. También realizó intensas gestiones diplomáticas y de sensibilización: viajó, dio conferencias y tocó puertas tanto a nivel nacional como internacional para apoyar la causa. Gracias a su gestión incansable –y a la “tenaz labor de convencimiento” que ejerció sobre las autoridades– se obtuvieron recursos y voluntad política para la conservación de Quito, lo que coincidió con la exitosa declaratoria de 1978.

Diversas fuentes reconocen que sin la iniciativa de Pallares, Quito difícilmente habría logrado tal honor en ese momento. El historiador Fernando Jurado Noboa dedica su obra Calles, casas y gente… justamente a Rodrigo Pallares (y al fraile Agustín Moreno), calificándolos como “gestores semiolvidados” de la declaratoria de Quito Patrimonio de la Humanidad. En particular, resalta a Pallares “como su gran artífice”, por haber sido quien impulsó y materializó ese histórico empeño. Su legado quedó también consolidado en la institucionalidad patrimonial del país, pues continuó trabajando por la conservación del Centro Histórico en décadas posteriores y fue merecedor de reconocimientos (en 2008 recibiría el Premio Eugenio Espejo por su aporte cultural). En suma, Rodrigo Pallares representa el rostro humano de la gesta que puso a Quito en la cima del mundo del patrimonio cultural.

El rol del INPC y el apoyo institucional en 1978

La participación de las instituciones ecuatorianas fue crucial para alcanzar la declaratoria. En particular, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) jugó un papel protagónico. El INPC fue creado oficialmente el 9 de junio de 1978, mediante Decreto Supremo 2600, como organismo público dedicado a la investigación y control técnico del patrimonio cultural nacional. Nacía apenas tres meses antes de la declaratoria UNESCO, reemplazando y fortaleciendo a la antigua Dirección de Patrimonio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Rodrigo Pallares fue su primer director, lo que garantizó que la nueva institución volcara sus esfuerzos inmediatos en el éxito de la candidatura de Quito.

Durante el proceso de nominación, el INPC aportó expertos técnicos, estudios e inventarios para fundamentar los valores de Quito. Asimismo, articuló convenios con otras entidades: por ejemplo, el Municipio de Quito y el Gobierno Nacional brindaron respaldo político y logístico a la postulación. El Municipio, consciente de la importancia del centro histórico, colaboró en la delimitación oficial del área patrimonial y en compromisos de conservación. El Ministerio de Educación y Cultura (al que estaba adscrito el INPC) también dio su aval institucional ante UNESCO.

Otras entidades se involucraron en la protección del centro histórico alrededor de esos años. El Banco Central del Ecuador, a través de su Departamento de Museos, financió proyectos piloto de restauración en conventos e iglesias coloniales como parte de un “Proyecto Regional Andino” auspiciado por UNESCO/PNUD. La Casa de la Cultura Ecuatoriana, pionera en la defensa patrimonial desde los años 1940, aportó profesionales e investigaciones (de sus archivos salieron por ejemplo las Normas de Quito 1967 firmadas también por Hernán Crespo, Benjamín Carrión y otros ilustres gestores). Incluso la empresa privada quiteña mostró interés en embellecer la ciudad ante la posibilidad del título mundial.

En suma, la declaratoria de 1978 fue el resultado de un esfuerzo colectivo: una convergencia entre gestores visionarios (Pallares y colegas), una nueva institucionalidad (INPC), el apoyo municipal y estatal, y la asesoría de organismos internacionales. Esta colaboración sentó las bases para un modelo de gestión patrimonial que continuaría desarrollándose en los años siguientes en Quito.

¿Qué elementos del Centro Histórico fueron declarados Patrimonio?

La declaratoria de la UNESCO abarcó el núcleo histórico de la ciudad de San Francisco de Quito, con todos sus componentes relevantes. En términos espaciales, el perímetro patrimonial comprende alrededor de 320 hectáreas en el centro de Quito, delimitadas para incluir las zonas de mayor concentración de edificaciones coloniales y republicanas. Más de 130 monumentos histórico-artísticos (entre iglesias, conventos, plazas, museos y edificaciones civiles) quedaron registrados como bienes patrimoniales, junto a unas 5.000 construcciones tradicionales (casas, edificios vecinales, etc.) que aportan al conjunto urbano. En esencia, todo el tejido urbano antiguo –calles, plazas, fachadas, y también sus valores ambientales y paisajísticos– fue protegido bajo esta inscripción.

Entre los sitios emblemáticos específicamente resaltados en el expediente de Quito figuran sus grandes conjuntos religiosos y arquitectónicos. Por ejemplo, el Convento de San Francisco (construido desde 1535), el mayor complejo monástico de la ciudad, es uno de los hitos principales del centro histórico. La iglesia de la Compañía de Jesús, joya del barroco latinoamericano con su interior recubierto de pan de oro, fue destacada como un acabado ejemplo del arte quiteño colonial. De igual forma, el Monasterio de Santo Domingo y su Capilla del Rosario, la Iglesia de La Merced, el Convento de San Agustín y la Basílica del Voto Nacional integran la lista de monumentos de valor excepcional.

No solo los templos fueron incluidos: la trama urbana con sus plazas y calles históricas forma parte integral del valor patrimonial. La declaratoria cubre espacios públicos icónicos como la Plaza Grande o de la Independencia (plaza mayor alrededor de la cual se sitúan la Catedral y el Palacio de Carondelet), la Plaza de Santo Domingo, y la pintoresca calle La Ronda, famosa por su carácter tradicional bohemio. También comprende museos y casas históricas (por ejemplo, la Casa del Alabado, el Palacio de Gobierno, entre otros edificios de importancia). En el ámbito paisajístico, se reconoció que Quito está enmarcada por colinas como el Panecillo e Itchimbía, lo cual realza su perfil urbano único en los Andes.

En resumen, el “bien patrimonial” inscrito equivale al Centro Histórico de Quito en su conjunto, entendido como un entorno urbano vivo y no solo una suma de edificios aislados. La UNESCO valoró tanto los monumentos individuales de alto valor artístico, como la “armonía sui géneris” del conjunto de la ciudad antigua, donde cada elemento –desde la casona más sencilla hasta la iglesia más suntuosa– contribuye al valor universal excepcional de Quito.

Legado e impacto de la declaratoria (1978 – presente)

La obtención del título de Patrimonio Mundial en 1978 tuvo un enorme impacto positivo en la conservación y desarrollo de Quito. Inmediatamente después de la declaratoria, las autoridades locales y nacionales implementaron planes especiales para restaurar y revitalizar el Centro Histórico. Durante las décadas de 1980 y 1990 se invirtieron recursos en la rehabilitación de fachadas, iglesias y plazas, así como en la peatonalización de calles emblemáticas y en el soterramiento del cableado eléctrico que afeaba el paisaje urbano También se reubicaron comercios informales y se crearon incentivos para que residentes y negocios permanecieran o regresaran al centro, evitando su abandono. Estas acciones, muchas veces pioneras en la región, fueron guiadas por planes maestros de preservación urbana y con el acompañamiento técnico del INPC, el Municipio (a través del FONSAL y luego el Instituto Metropolitano de Patrimonio) y cooperación internacional.

En lo cultural y turístico, el reconocimiento UNESCO fortaleció la identidad y el atractivo de Quito. La ciudad empezó a promocionarse globalmente como destino de turismo cultural, y se crearon museos, circuitos turísticos y eventos para difundir su patrimonio. Hoy, tras más de cuatro décadas, Quito mantiene vigente su título y lo ha aprovechado para impulsar un modelo de “patrimonio vivo”: es decir, conservar el legado histórico dándole vida a través de nuevos usos culturales, educativos, turísticos y comerciales sostenibles.

Un ejemplo concreto de esta filosofía es Casa del Marqués, en Quito, una casona colonial del Centro Histórico que ha sido cuidadosamente restaurada y convertida en un espacio de uso mixto. Casa del Marqués Quito demuestra cómo el patrimonio puede reactivarse: allí coexisten hospedaje boutique, locales gastronómicos y programación artístico-cultural, revitalizando una mansión histórica sin perder su esencia. Proyectos así han logrado que la comunidad quiteña y los visitantes experimenten el centro histórico no como un museo estático, sino como un entorno dinámico y habitable, donde el pasado y el presente dialogan.

En conclusión, la declaratoria del Centro Histórico de Quito como Patrimonio de la Humanidad en 1978 marcó un antes y un después. No solo salvó físicamente a uno de los conjuntos arquitectónicos más valiosos de América, sino que insufló orgullo y responsabilidad en la ciudadanía y las instituciones para custodiar este legado. El “Quito Patrimonio Mundial” sigue siendo, hasta hoy, un modelo de conservación integral en la región y un motivo de proyección internacional para la ciudad. Cada calle empedrada, cada iglesia barroca y cada balcón republicano del centro cuentan una historia que –gracias a aquel esfuerzo visionario de 1978– pertenece no solo a los quiteños sino al mundo entero.

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